domingo, 22 de noviembre de 2009

CAP II "La Caída"

La situación cambio rotundamente. Luego del incidente me convertí en un otro yo. Mucho más inseguro, precario y vulnerable. Me sentía predecible, controlado, discriminado y en cierta forma fuera de mi. Mis amigas venían a casa a consolarme y a decirme que no era nada problemático, que pasaba en las mejores familias, que ellas me iban a apoyar, y que querían al Lelé por lo que Lelé era, no por lo que Lelé dejaba fluir. De poco sirvió. Me sentía envuelto en una laguna negra, en un túnel sin luz, en una villa miseria.
Mi vida empezó a pender de un hilo. Me levantaba a las 12 del mediodía, colocaba un huevo frito a freír, me encerraba en el baño a fumar un pucho, ponía el huevo frito negro en un plato, lo comía llorando, volvía a la cama, jugaba a dormir, me levantaba a las 9 de la noche, ponía en una caserola arroz, lo comía, me fumaba otro pucho en el baño, y volvía al dormitorio. De pronto me di cuenta que mi rutina era demasiado monótona, que no iba a ir a ningún lado de esa forma, que debía cambiar algo. Comencé a cenar fideos también. Los lunes eran fideos moñitos, los martes coditos, probaba los miércoles los tirabuzón, los jueves cabellos de ángeles, y reservaba el arroz para viernes sábados y domingos. Mi vida tenia un tinte diferente. Un tinte con sabor a Luquetti.
Aumente levemente de peso, mi piel pasó de un blanco a un casi transparente color, el sol de la calle me hacía mal, mi casa olia mal. Necesitaba una salida urgente. Una salida que fuera más allá de los fideos...

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